Thursday, February 15, 2007

Repetición

Ésto lo escribí un día en un livin-rum en el que nos juntamos algunos pocos por muy poco tiempo. Pero me dieron ganas de ponerlo aca también. Saludos!



La vida en los sesentas.



El dolor de espalda empezó más o menos cuando terminó la música.

Volvió, mejor dicho. Como siempre. Siempre vuelve, y más normalmente en éste tipo de situaciones. Parado, ahí en el medio, con la mochila a cuestas. 10 kg, por lo menos, sobre mis hombors, y el dolor de espalda que siempre vuelve. Llovió, paró, y volvió a llover, no?

Muchas cosas de qué quejarme, a esa altura. El balanceo, que hacía que mi pierna de apoyo cambie constantemente, en una muscularmente fatigosa e interminable, casi circular, cadena, de dos eslabones nomás. El calor. Claro, el calor. Insporotable, esté o no del lado en el que el sol pega fuerte. Sí, el calor, que persigue en forma de transpiración. El calor, cómo olvidarme, si son casi las 2 de la mañana, y acá sigue, como único compañero. Y la gente alrededor, que lo acrecentaba.

Y, claro, yo parado ahí, en el medio de lo que por esa hora y media de mediodía primaveral tirando a verano es la vida. Como en ella, no hay escapatoria, hasta que el viaje termine. Transitar el camino, y ver qué nos espera cuando llegamos. O el tema es lo que pasa DURANTE el camino?

No sé si importa, en definitiva; la mochila pesa y molesta, no se adecúa a la forma de mi espalda. Molesta a los demás también, seguro. Debería seguir importándome eso? Seguro que sí. Sí, si es lo que yo quiero ser, si es algo que teóricamente me representa como persona. Pero es difícil ser bueno y que no lo tomen por pelotudo. Bah, que me tomen por peolotudo no me importa. Lo que molesta es cuando me pelotudean. Sí, abusan sabiendo que alguien como yo no reaccionaría mal. Mal? Bueno, sí, digamos que mal. Yo estoy en contra de la violencia, y reaccionar violentamente es de manera segura reaccionar mal. Si yo doy la mano, cuándo es que tengo que sacarla para que no

me agarren del codo? Ya me duele un poco el codo de todo lo que me tironearon. Porque, según yo, por lo menos, no extender la mano estaría mal. Además, es muy cierto que hay muchos otros que van extendendiendo manos por el mundo, y por lo menos ellos se lo merecen. Creo, no?.

Volviendo a tema, ahí estaba yo, y el viejo al que le dejé el asiento apenas llegamos a Las Heras todavía no se levantó, para que yo pueda descansar un rato. Tenía una esperanza casi tonta de que eso pase. Pasó? Sí, pasó, creo que ya cerca de Paraná. Pero para ese entonces la odiosa esa ya casi me había desterrado de en frente de él, así que cuando el viejo se levantó para tocar el timbre, ella se apuró para interponerse entre mí y el asiento que por tan pocos segundos estuvo libre. La odié. Bah, no sería tan arriesgado decir que la odio, como ideal. No pregunta, no preguntan, y se sientan. Total, que importa? Ella, habiéndose subido 2 o 3 paradas antes, ya había conseguido ese privilegiado lugar en frente del anciano que para entonces ya había abierto los ojos y miraba alrededor, fijándose dónde era que estábamos. En su caso yo hubiera preguntado alrededor, especialmente tan poco tiempo después de subirme.

Claro, pero ya se me va yendo de las manos ésto. Yo sólo quería contar que ahí adentro hacía mucho calor, casi tanto como hace acá adentro, o afuera, dependiendo qué tomamos como adentro o afuera. Porque, queramos o no (y yo no), estamos adentro. Adentro, y adentro es donde uno transita, hasta encontrarse lo que viene después, y en una de esas cambiarse de carril.

No sé, creo que el calor no me dejaba pensar.